11/4/2024 | 06:26 | TANDIL -
Pasó una semana. La muerte de Néstor Kirchner sacudió todo con la fuerza de un tsunami. Por lo imprevista (como si la muerte fuera previsible), por las eventuales consecuencias, por su personalidad rebelde y contestataria, su pertinaz disposición al conflicto y el vacío que suelen dejar los “ismos” cuando su líder …muere.
Un país se puso en pausa. Siempre con la necesidad de fijar una posición ante cualquier sentimiento, nuestra especial y argentina personalidad, osciló entre el odio recalcitrante y el grito agónico. Casi sin pasar por la lágrima furtiva.
Para todos los gustos: mails en cadena insultando o alegrándose por su muerte, gente brindando feliz por su desaparición de la escena contrastaron con miles que lo despedían con hondo pesar. Las imágenes de la televisión ejercieron una sugestión muy difícil de evitar. Prudentes, económicas y sencillas, resultaron respetuoas. Apropiadas.
Estas cosas suelen traer consigo la revisión de nuestros juicios sobre ciertas personalidades que no pasan desapercibidas. Y eso no significa que “todos los muertos se tornen buenos”. Tampoco que cambien las convicciones individuales.
Nadie hace todo mal, como nadie hace todo bien. Por tanto, tildar de “hipócrita” a quien tiene capacidad de analizar a un líder, aún después de la muerte, me parece obsceno. Rescatar la militancia de Kirchner y su liderazgo no significa obligadamente adherir a su pensamiento o su funcionalidad, ni es síntoma de incoherencia ideológica. Creo que indica madurez, educación y capacidad de “ser civiles”.
Néstor Kirchner no fue una casualidad histórica en la política argentina.
Latinoamérica requiere liderazgos carismáticos para sostener sus democracias. Las asimetrías regionales no permitirían el armado de un bloque, si no es con hombres fuertes. Las desigualdades internas requieren algo más que intenciones democráticas, aún para el gobierno de un país emergente con casi 3 millones de km2 llamado Argentina.
Ni siquiera en Grecia y con pocos habitantes podía ejercerse la democracia directa. La “res pública” (1) incluía el control de mando sobre una mayoría formada por esclavos, extranjeros y mujeres. La Asamblea Griega o Ecclesia, (algo parecido a nuestro Parlamento), nunca gobernaba, sino que controlaba.
George Sabine (2) explica la función del poder ejecutivo griego en la toma de las decisiones administrativas diarias. Como sucede en nuestros días, solo que ese cuerpo era elegido por sorteo: “Para la mentalidad griega, este modo de nombrar para los cargos públicos por sorteo era la forma característicamente democrática, ya que igualaba las posibilidades que todos tenían de desempeñarlo”. Sabine realiza un magnífico estudio comparativo, y cree en la eficiencia del control de la Asamblea: “Lo que es interesante no es la asamblea de todo el pueblo, sino los medios políticos ideales para hacer que los magistrados y funcionarios fuesen responsables ante el cuerpo ciudadano y estuviesen sometidos a su control”.
Muy lejos de esta figura, hoy nos preguntamos si se puede vivir en un mundo sin liderazgos. ¿Por qué los humanos necesitamos un líder? ¿Por qué en casi todas las instituciones que conocemos está estructurado este sistema de liderazgo?
Si miramos al ser humano desde la antropología, detectamos algo que se genera en los vínculos con los otros: el PODER. Desde la sociología, Max Weber (3) trazó muy claras interfaces, vigentes aunque haya pasado un siglo: “el Poder” es la capacidad de imponer la propia voluntad, de modo que otro haga algo -aún contra su voluntad- sin usar para ello la fuerza física”.
Weber colocó la política en un lugar mucho más amplio, el lugar de todos: “Políticos ocasionales lo somos todos nosotros cuando depositamos nuestro voto, aplaudimos o protestamos en una reunión política, hacemos un discurso político o realizamos cualquier otra manifestación de voluntad de género análogo, y para muchos hombres la relación con la política se reduce a esto”.
No podemos pretender vivir en democracia, mejorar las instituciones sin meter las manos en la masa. Weber resulta categórico: “Hay dos formas de hacer de la política una profesión. O se vive para la política o se vive de la política. La oposición no es en absoluto excluyente. Por el contrario, generalmente se hacen las dos cosas, al menos idealmente; y, en la mayoría de los casos, también materialmente. Quien vive para la política hace de ello su vida en un sentido íntimo; o goza simplemente con el ejercicio del poder que posee, o alimenta su equilibrio y su tranquilidad con la conciencia de haberle dado un sentido a su vida, poniéndola al servicio de algo. En este sentido profundo todo hombre serio que vive para algo vive también de ese algo. La diferencia entre el vivir para y el vivir de se sitúa entonces en un nivel mucho más grosero, en el nivel económico. Vive de la política como profesión quien trata de hacer de ella una fuente duradera de ingresos; vive para la política quien dedica toda su energía y convicción sin guardarse otra actividad qu su compromiso ideológico. Muchas veces se dan ambos a la vez en el mismo sujeto”.
En realidad, la idea es que haya personas que se encarguen de gobernar y vivan de eso, porque eso es lo que quieren y les gusta. Quien no goce con eso puede dedicarse al comercio, el arte, la ciencia…sin pretender gobernar. Hay “demasiada” gente que se desinteresa de la política. Y hay mucha que desearía llegar a brindar servicio en algún cargo pero no está dispuesta a “militar”. Es evidente la necesidad de facilitar el acceso a la función pública a idóneos capaces de gestionar. Pero ¿y la pasión? ¿Se puede ejercer la “res publica” sin apasionamiento?
Allá por 1747, Jean Jaques Rousseau, revoluciona los círculos de poder proponiendo
generar un pacto mediante el cual toda persona sería un ciudadano que integraría una “voluntad general”. La idea contemplaba que todos los ciudadanos se juntaran en una asamblea y decidieran sobre todas las cuestiones: lo que decidiera la mayoría se tendría que respetar siempre sin importar qué sea o qué están decidiendo. Es el gobierno de las mayorías que pueden incluso eliminar a quienes piensan distinto.
Pero poner en práctica esta forma de mayorías, también requiere un líder.
Y a decir de Aristóteles: los líderes pueden ser buenos o malos. Si son buenos, no hay problemas de ningún tipo. Si son malos, para eso existen instituciones. Frente a los liderazgos, que son humanos y corruptibles, las instituciones otorgan estabilidad al sistema.
Nuestra apuesta es que cuanto más educado -cuanto más “adulto” sea el pueblo- esta asimetría se puede reducir bastante. Por eso es imprescindible la participación de adultos y jóvenes en la cosa pública. La democracia no nace de la nada, nace de los ciudadanos. Tal vez, el problema está en la construcción de ciudadanos.
Según Soto (4) “hay un desencanto con el estilo de hacer política en el continente. Así como en el pasado ese descontento era canalizado por el caudillismo populista, hoy lo hacen estos líderes que con irreverencia se rebelan al sistema. Son atractivos porque vienen de adentro, hablan con autoridad porque los conocen… No les andan con cuentos. Diría que hay una falta de simpatía por la política tal cual tradicionalmente se ha desarrollado".
No es una casualidad que muchos huyan del ruedo político, es una actividad de alto riesgo, insana y peligrosa para cualquier moral. Sin valor es difícil animarse al juego.
Para Fernando Mires (6) “el espacio de la disputa política es una zona llena de tensiones. Los enfrentamientos políticos que ahí tienen lugar no se expresan siempre de acuerdo con los modales que se adquieren en un colegio para señoritas. La idea de Jürgen Habermas (7) de que la política debe surgir de actores que realizan su intercomunicación discursiva en un campo plenamente institucionalizado es muy bella y deseable, pero bastante irreal. No obstante, esa zona tumultuosa debe dejar lugar a la renovación, aun si los errores se paguen caros. Y no es para tibios, sino para hombres y mujeres comprometidos con una mejor sociedad, apasionados, vehementes, rebeldes y resistentes a las críticas”.
Camus (8) define a su “Hombre rebelde” y me parece un epitafio justo para Néstor Kirchner. “No todo valor supone la rebelión, pero todo movimiento de rebelión invoca tácitamente un valor".
Era un rebelde con valor y temeridad poco frecuentes. Su pragmatismo lo llevó a no resistir archivos, prometió hacer lo que jamás hizo y cambió de opinión según le resultara oportuno. Tampoco fue el único presidente con esta praxis. Pero está demostrado que la inmovilidad intelectual no soluciona problemas, al revés, es signo de inteligencia dar golpes al timón según lo requiera la tormenta. Y este siglo ya venía oliendo a huracanes.
El miércoles pasado nos costó creer la noticia.
La TVcambio su rutina y por 3 días la lente de la cámara no se separó del círculo íntimo de la pareja presidencial. Sí, porque es un fenómeno inédito el traspaso del poder de un esposo a otro, y la viudez de una mujer en ejercicio de la presidencia no es solo una cuestión privada, sino una cuestión de estado.
Tomando distancia de lo que podamos imaginar, vimos una mujer que perdió a su compañero de lucha, bien o mal, con 35 años compartidos que se murió una mañana en su cuarto, a su lado.
Ser presidente no la diferencia de cualquier esposa y mamá. Aunque no coincidamos en su forma de gobernar o tengamos mucho para criticarle. Está ocupando un legítimo lugar y la mayoría votante fue la responsable. Es decir: todos como ciudadanos.
No sirven ni los insultos ni las alegrías por la pérdida. Es demasiado poco para las pretensiones argentinas como país y como construcción social.
Una vez más, un acontecimiento brutal evidenció una mirada popular sobre la política que no nos hace favor como sociedad: la política no es nada bueno, sin los políticos estaríamos mejor, yo no me meto.
Pero esta vez, no hubo buses fletados para acercar gente a la capilla ardiente, ni choripanes o coca, ni dinero a cambio de presencia. Hubo dolor, conmoción y un cariño sincero, ese que suelen generar los ídolos, los fenómenos populares o los líderes.
Habría que tener cuidado cuando señalamos AL PODER, porque a decir de Foucault (9) “el poder existe solamente cuando es puesto en acción”…por tanto EL PODER no se posee, se ejerce y solo se ejerce sobre sujetos libres, y solo mientras ellos sean libres. La esclavitud no es una relación de poder porque los hombres están encadenados.
En buena hora podamos defender un sistema con “apoderados” a quienes “apoderamos” mediante nuestro voto, y “desapoderamos” por la misma vía. Y mientras seamos libres.
Vivir la democracia significa correr muchos riesgos. Pero el riesgo más grande de todos es, sin dudas, perderla.
P.D.: Dr. Kirchner, descanse Ud. en Paz. Sra. Presidente: la acompaño en su dolor y defenderé su investidura al defender la democracia, aún en la oposición ideológica.
CITAS
1-Platon.La Republica. Bureau Editor. ISBN: 987930781X
2- George Sabine “Historiade la Teoría Política” Edit FCE México. ISBN:968164199X
3-Max Weber. ”El político & el científico”. Prometeo Editorial.ISBN: 9509217298
4- Ángel Soto. Universidad de los Andes: Infolatam (Información y Análisis de América Latina. www.infolatam.org)
5-Fernando Mires “Estado y Política” NUEVA SOCIEDAD Nº 210. 2007. ISSN: 0251-3552
6- J. Habermas: “La inclusión del otro” Estudios de teoría política. Paidós. Barcelona.1999. ISBN 978-84-493-0672
8-Albert Camus. ”El hombre rebelde” Edit Aguilar-Mexico.1959
9-Foucault,Michel “El sujeto y el poder” Escuela de Filosofía. Univ ARSIS Version digital:http://www.philosophia.cl/biblioteca/Foucault/El%20sujeto%20y%20el%20poder.pdf